Chascomús
7 de noviembre de 1839
(provincia de Buenos Aires)

Orden de batalla unitario
Libres del Sur
Comandante en Jefe: Sargento Mayor Pedro Castell

Ala Izquierda

Milicias de Magdalena y Atalaya: Comandante Valle
Escuadrón “Pueblo Libre”: Comandante Márquez
Escolta: Capitán Pedro Lacasa

Centro

Vanguardia: Comandante Mendiola
Escuadrón “Sagrado”: Comandante Campos

Ala Derecha

Escuadrón Olmos
Escuadrón “Montes Grandes”: Comandante Ramos Mejía

Reserva

Escuadrón Crámer: Comandante Ambrosio Crámer

Total de efectivos: 1.300 hombres

Orden de batalla federal
División del Sur
Comandante en Jefe: Gral. Prudencio Ortiz de Rozas

Ala Izquierda

Regto. del Coronel García

Centro

Escuadrón de 200 indios: Comandante Miñana

Ala Derecha

Regto. 6 de Coraceros: Coronel Nicolás Granada

Total de efectivos: 1.300 hombres

Antecedentes
 

Los hacendados del sur de la provincia de Buenos Aires, disconformes con el gobierno de Juan Manuel de Rosas, decidieron levantarse en armas para deponerlo.

            La privación de la libertad ciudadana, del derecho de comerciar y diversos factores de orden económico, fueron los argumentos que incubaron la rebelión. El país, para los hacendados, paulatinamente caía en la postración moral y material.

            El movimiento tenía ramificaciones en Buenos Aires y Montevideo, especialmente en el comandante Maza y el general Lavalle. Ambas fracasaron, pues Maza fue fusilado y Lavalle se decidió a invadir la provincia de Entre Ríos.

            Los gestores políticos del movimiento fueron Ezequiel Ramos Mejía, Marcelino Martínez Castro, Matías Ramos Mejía, Francisco Ramos Mejía, Francisco B. Madero, Apolinario Barragán, José Ferrari y otros.

            Se contaba con la adhesión del coronel Nicolás Granada, que integraba la División del Sur, como segundo jefe al mando. Pero lo cierto es que éste oficial federal nunca supo del movimiento, y se mantuvo fiel a Rosas.

            Los complotados, en una reunión llevada a cabo en las márgenes de la laguna del Durazno, próxima a Dolores, fijaron el día 6 de noviembre de 1839 para el pronunciamiento. Acontecimientos imprevistos, tales como el de haber sido “sospechada” la conjura, lo anticiparon al 29 de octubre.

            El comandante Manuel Rico, al enterarse que los trabajos previos eran conocidos por hombres adictos al gobernador de Buenos Aires, decidió marchar a Dolores con los capitanes Zacarías Márquez y Crispín Peralta, para precipitar la rebelión. Ella tuvo lugar en la plaza del pueblo ante más de 200 ciudadanos. Rico arengó a la tropa, se levantó un acta justificativa del levantamiento, se designaron nuevas autoridades y luego se destrozó el retrato de Rosas, sacado del juzgado de paz.

            Los conjurados contaban con la cooperación del general Lavalle, en combinación con la flota francesa bloqueadora del Río de la plata. Pero en el momento de las acciones, esa cooperación no se cristalizó y solos debieron afrontar el levantamiento. El lema de los revolucionarios era, “Patria, una e indivisible, libre e independiente”.

            El sargento mayor Pedro Castelli, fue puesto al frente de las fuerzas unitarias. Este jefe, retirado ya hacía tiempo del ejército, no poseía grandes dotes militares, ni ejercía mucha influencia entre la tropa. Pero era un ciudadano respetado y con una dilatada experiencia militar – fue granadero a caballo del regimiento de San Martín, combatió en San Lorenzo, e intervino en el sitio de Montevideo -, pero carecía del entusiasmo para enfrentar semejante empresa.

            El levantamiento impresionó mucho a Rosas, ya que era la región donde mayor prestigio creía tener. Pero no se dejo sorprender, rápidamente adoptó las medidas necesarias para sofocar la rebelión, con la energía que le era característica. La rapidez con que actuaron sus fuerzas fue la causa  principal del fracaso de la revolución del sur.

 
Movimientos Previos
 

             Las tropas que primero se movieron fueron las revolucionarias. Lo hicieron el 30  de octubre en dirección a Chascomús. Era la vanguardia al mando del capitán Zacarías Márquez, con 400 hombres bien armados. Esa fuerza fue reorganizada en la estancia “La Postrera”, propiedad del teniente coronel Ambrosio Crámer, en las márgenes del Salado.

            Muy conveniente para la suerte de esta campaña “libertadora” hubiera sido marchar sobre Azul para batir a las tropas del Prudencio Ortiz de Rozas; y reunidos los dispersos y las armas, atacar a Granada en Tapalqué. Esto es, batir por separado a las tropas gubernamentales. Logrados esos objetivos, caer sobre Monte, donde el coronel Vicente González, con efectivos del regimiento Nº 3 de caballería, se mantenía inactivo.

            La avanzada de los “Libres” llegó a destino el 3 de noviembre, uniéndose al escuadrón del jefe de las fuerzas del partido, comandante José Mendiola, al día siguiente del pronunciamiento de éstas en Chascomús.

            Después de un acto en la plaza, en el que se resolvió el cambio de las autoridades – Felipe Girado fue sustituido por Jacinto Machado, ambos ciudadanos de  indiscutible prestigio -, las tropas reunidas acamparon en las inmediaciones del arroyo Los Toldos, al este de la población.

            El día 5 se puso en marcha Castelli desde Dolores, después de cierta demora, llegando a Chascomús al mediodía del 6. Esa tarde la aprovechó para tomar diversas disposiciones con Crámer, pues el tiempo apremiaba, pero poco se podía hacer, debido al cansancio por la marcha de 20 leguas.

            La situación del jefe revolucionario era crítica. Con fuerzas agotadas por la larga marcha, escasamente organizadas, y peor armadas, desconociendo su capacidad combativa, ignorando la dirección de las tropas gubernamentales que sabía habían salido de Azul y Tapalqué, como así mismo las de Monte; sin una idea clara del lugar y de la topografía del terreno que más convenía actuar y la falta de sus reservas, que habían quedado en Dolores para ser instruidas por el coronel Manuel Rico, alma del movimiento; sólo un grave error del adversario podría salvarlo al verse obligado a combatir con las primeras luces del día siguiente.

            La falta de armamento que sufrían las milicias era casi general. ¿Combatir sin armas a tropas regularmente instruidas, de alta moral combativa y gran confianza en sí mismas? Con algunas lanzas, sables, chuzas y cuchillos y pocos fusiles, los revolucionarios no podían esperar mucho, a pesar de su valor.

            Desde el punto de vista de la situación, la retirada a la línea del Salado se imponía de forma urgente. Debió iniciarla en la tarde del 6, tratando de poner la mayor distancia entre las tropas de Granada y las propias.  No debía preocuparlo el desprendimiento, puesto que el contacto a esas horas era prematuro. Una fuerte retaguardia móvil y decidida, que obligara al enemigo a desplegar con los recursos de que fuera capaz para hacerle perder tiempo, era lo más recomendable para asegurar al grueso una retirada a cubierto de ataques imprevistos. La caballada de los Libres del Sur era de primer orden; en cambio la federal se encontraba en mal estado y pesada, según informa el coronel Granada en su parte a Rosas.

            Lo más probable es que Castelli ignoraba la situación para poder apreciarla y resolver en consecuencia, por no haber tenido tiempo material de organizar el servicio de avanzadas, con misión especial de explorar y mantenerlo informado constantemente para prevenir la sorpresa y disponer de tiempo para alistarse, como también para dificultar la exploración contraria.

            No existió una pantalla protectora. El hecho de haberse apostado centinelas  en lugares poco distantes del vivac, a uno de los cuales se ordenó retirar esa noche, revela que o se creía en la proximidad del adversario desde el norte (las fuerzas de González) y que no se asignó mayor importancia al servicio de exploración cercana, olvidando las enseñanzas de las campañas de San Martín. Si en Castelli era justificable por sus escasos conocimientos del comando superior y por su alejamiento prolongado del ejército, en Crámer, oficial napoleónico y de San Martín, no.

            En el combate de Chascomús la sorpresa jugó un papel capital, a tal punto, que aseguró en parte el éxito federal.

            Las tropas federales, por su parte, salieron de Azul las de Prudencio Rozas y de Tapalqué las del coronel Granada. Se reunieron en la posta de Génova el 3 de noviembre, donde Granada “había volado con la división que mandaba”, en cumplimiento de la orden del primero impartida el día 2. Reiniciada la marcha arribaron al paso del Venado el 6, donde acamparon en las proximidades del camino a Pila. La marcha fue continuada poco después.

            Expresa el coronel Granada en su parte: “El día 6 al ponerse el sol me encontraba a una legua de Ranchos, mi descubierta (vanguardia) avistó un pelotón de gente enemiga que estaba muy próxima a Ranchos; mandé enseguida tomar esa pequeña fuerza, pero debido al mal estado de los caballos, algo pesados, sólo pude cortarles toda comunicación con Chascomús. Mandé tocar alto y dando tiempo a la tropa para comer y prepararse, pues a la madrugada me encontraría al día siguiente en Chascomús, y a las 11 de la noche me puse en marcha...”

            La actuación de la División del Sur (2 regimientos, 200 indios y un cañón de a 4), fue sumamente correcta. Siguiendo el principio de “separarse para marchar, reunirse para combatir”, así lo hace, y cuando su comando sabe la situación del enemigo, inactivo al norte de la laguna cerca del arroyo Los Toldos, reúne las fuerzas y hace avanzar “al trote, tomando toda clase de precauciones”; su servicio de exploración fue amplio, desde las proximidades de Ranchos hasta Chascomús mismo, donde sus “bomberos” (exploradores) se infiltran. La última fase, o sea la marcha nocturna, aseguró la sorpresa, y si bien fue fatigosa aproximo al éxito de la operación. 

            Avistadas las tropas de Castelli, que “acampaban al lado norte de la laguna y al sur del arroyo Los Toldos”, las fuerzas de Granada se aprestaron para la batalla (El coronel Granada determina en su parte del 8 de noviembre de 1839, dirigido al gobernador Rosas desde Chascomús, que las tropas unitarias acampaban al norte del arroyo Los Toldos. Al Sur o al Norte, es el arroyo Los Toldos el mencionado, y no otro).

 
La Batalla
 

           A las 5 horas, una sección del primer escuadrón del coronel García, se adelantó para sembrar la confusión y dificultar el alistamiento de las tropas en el vivac revolucionario, disparando sus carabinas. Las tropas de Castelli acampaban al Este de la población, desde el bajo de la laguna hacia el Norte. Un gran clamor se oyó en el campamento unitario, mientras la tropa se preparaba con la premura y nerviosidad del momento.

            El primer grito de atención  entre los hombres de Castelli, había sido dado por el intrépido capitán Márquez, a las 5 horas, aproximadamente, mientras la tropa se levantaba y ocupaba los fogones, que habían sido vistos por el coronel Granada desde dos leguas de distancia. Debe admitirse que algunos hombres “estaban con los caballos de la rienda”, pero otros permanecían desprevenidos en sus lugares de vivac, pues muchos combatieron “el pelo”.

Una sección del escuadrón Ramos Mejía salió al encuentro de los federales vivando a Granada, en la convicción de que se les plegaría. Al chocar esas pequeñas fracciones ligeras se dispersaron para reunirse poco después, aplicando la táctica gaucha.

            La División del Sur realizó su avance en un amplio círculo para evitar parte del arroyo Los Toldos y ser molestada en su maniobra, realizando una conversión a la izquierda en la que era baqueana la caballería gaucha; ocupando posiciones, Granada en el ala más alejada (derecha), Miñana el centro con 200 indios y García la izquierda donde se encontraba Prudencio Rozas. Al centro un pequeño cañón que no hubo necesidad de emplear.

            Las fuerzas de Castelli estaban en las inmediaciones del camino a Dolores, a unos 200 metros de la laguna. La posición era un tanto incómoda, pero permitía la retirada. a la izquierda las milicias de Magdalena y Atalaya, del comandante Valle; Le seguía la división “Pueblo Libre” de Márquez y la escolta Lacasa; al centro el escuadrón “Sagrado” de Campos; como pequeña vanguardia Mendiola; a la derecha el escuadrón Olmos y el de “Montes Grandes” de Ramos Mejía. Una agrupación de reserva algo atrás, a las órdenes del teniente coronel Crámer y próximo a él, el jefe, Castelli.

Dada  la orden de “a la carga y a degüello” por el capitán Juan María Ansorena, éste inició su avance con una fracción del escuadrón Olmos, chocando impetuosamente contra otra fracción de García, logrando dispersarla. Olmos le siguió inmediatamente. Después de las primeras cargas el combate se hizo sumamente confuso, abarcando un amplio sector.

Sobre la derecha el combate se decidía a favor de los “Libres” debido a la firmeza de las cargas de Ramos Mejía, Ansorena y Olmos, que lograron desbaratar el dispositivo de ataque del coronel García. La lucha prosiguió en un duro cuerpo a cuerpo, hasta que Olmos y luego Campos se alejaron del campo de la acción.

En el ala derecha y el centro no ocurría otro tanto. A los primero tiros de los coraceros de Granada, las milicias de Magdalena se dispersaron, entonces cargaron a los escuadrones de Márquez y la escolta Lacasa. Para desgracia de los Libres, Márquez caía herido de muerte y Mendiola sucumbía a la cabeza de su escuadrón.

Entretanto el escuadrón de hacendados, denominado “Sagrado”, se dirigió a la derecha para evitar ser flanqueado y precipitó la dispersión de la izquierda federal, pero no la aniquiló.

Castelli parece que procuró la decisión en el ala derecha, donde contaba con sus mejores tropas, pero descuido su izquierda, que fue dispersada y batida. Debe reconocerse que Olmos se empeño en una persecución ineficaz (contra Prudencio Rozas), cuando tanto podía hacer cargando por la espalda de Granada.

            Libres los coraceros de Granada cargaron de flanco, chocando con las reservas de Crámer, quien en la lucha pierde la vida.

            La muerte de tres altos oficiales dejó mal colocados a los “Libres”, que iniciaron el abandono del campo de batalla en varias direcciones. Algunas fracciones, acosadas, se internaron en la laguna, - la de Ramos Mejía se replegó con su fuerza hacia el bajo de la laguna y la pasó a nado, logrando reunirse con Castelli que marchaba en dirección al Callejón -.

            En este momento de la batalla, Castelli envió el siguiente mensaje a Machado:

“Campamento los Libres del Sud. Chascomús, noviembre 7 de 1839. Al Señor Jefe del Cantón, comandante Jacinto Machado. Mi estimado Machado: En este momento ha sido muerto el comandante Crámer. Salga con las fuerzas a sus órdenes en protección del batallón Pila, lo mismo el capitán López Calvetti. Su affmo. Compañero. (Fdo.): Pedro Castelli”.

            Este parte lo condujo el teniente Antonio Larick, que fue muerto poco después. El mismo parte, muestra a un Castelli sereno en esos momentos críticos del combate. La situación y el parte dan idea de iniciarse la retirada a la que se agregarían las fuerzas del cantón.

            Castelli abandonó el campo de batalla cuando nada podía hacerse ya, pues una fracción, al mando del teniente Funes, se entregó sin combatir, lo que aumentó la confusión de los revolucionarios.

            Las tropas unitarias que no podían huir, perecieron al borde de la laguna, defendiendo su posición. Tal como Domingo Lastra y su hijo Fermín, de 21 años, quien antes de perder la bandera que defendía rindió la vida junto a su padre. (Inscripción en el mausoleo que guarda sus restos).

            La derrota fue total, aproximándose al aniquilamiento, después de tres horas de combate. Granada fue el gran vencedor, ya que Prudencio Rozas se alejó rumbo a la laguna de Vitel seguido por Olmos.

            Los Libres, a pesar de todas sus dificultades,  habían combatido duramente a la División del Sur, mas allá de la traición de Funes, que en conclusión no fue fundamental.

            A las 8 de la mañana, más o menos, todo había concluido. Poco después comenzaba la persecución de los restos unitarios, en Dolores, Tordillo, Monsalvo y la costa.

Las pérdidas de los Libres, se contabilizo aproximadamente, en 250 hombres y 200 prisioneros.

 

Croquis de la batalla

 

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